Alrededor de las 4, con bastante frío y viento, iniciamos la escalada hacia la cumbre. Serían aproximadamente siete horas hasta el objetivo; íbamos ascendiendo en una lentísima marcha, todos juntos, en fila, uno muy cerca del otro, pero cada uno solo, muy solo; el silencio es estremecedor, y la oscuridad es interrumpida por los pequeños ases de luz de las linternas frontales.
Ya estábamos alto y nos esperaba una larga travesía, rodeando la falda de la cumbre este, hasta alcanzar el collado formado entre las dos cumbres, a unos 5.300 metros de altura.
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