Juguemos un poco con la imaginación. Suponga usted que yo emito pagarés por 100 pesos cada uno y tiempo después declaro públicamente que no cumpliré ese compromiso. En procura de deshacerse de ellos, los tenedores los venden muy por debajo del valor consignado y usted decide comprar algunos a 25 pesos, advirtiendo que poseo bienes y que con el tiempo puede llegar a cobrarme. Un buen negocio, si es que resulta bien, pero con una alta tasa de riesgo.
Honrar las deudas es la única conducta aceptable para un país que pretende ser serio. Insultar al acreedor y al juez, profiriendo exabruptos patrioteros envueltos en la bandera, es un recurso de baja calaña.
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