Brasilia. “Hace 27 años, cuando mi padre llegó por primera vez a Brasilia había que ver lo que era esto. Cada vez que un nordestino conseguía un trabajo u oferta interesante en la capital y lograba instalarse en alguna casa o alquilaba, al poco tiempo llegaban cinco o seis más y acampaban en su terreno para buscar aquí su oportunidad”.
Quien habla es Jovinaldo, de 38 años, quien acaba de tomar el turno para oficiar toda la noche de conserje en un hotel de brillo perdido en el pasado, situado en la zona norte del centro de Brasilia.
Marcelo Taborda, enviado especial
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