No hay ningún error en el título. Se lo merece, y con creces. Nadie puede negar que nos ha dejado párrafos magistrales –sellados a sangre y fuego– en las primeras páginas de la Torá, al amanecer del texto bíblico.
Su nombre y su nacimiento lo marcaron para siempre: “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, diciendo: he adquirido un varón con Dios. Después dio a luz a su hermano Abel”.
¡Alto ahí! “Caín” viene de una raíz hebrea que significa “adquirir”, y si no se entiende este concepto, se pierde gran parte de la sabiduría del texto.
La marca más profunda de Caín radica en su voracidad adquisitiva, en su imposibilidad para aprender a ser hermano, que no es ni más ni menos que aprender la idea de “parte”.
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