El vendedor de pan casero y tortilla nos despierta temprano. Imposible desoír la tentación del pan caliente y, satisfechos por la energía recargada, nos dirigimos a Santa Elena.
Lo hacemos por ruta asfaltada, en una mañana soleada y sin viento cuando comienzan a divisarse pintorescas viviendas hechas de manera artesanal en piedra con juntas blancas.
A cinco kilómetros aproximadamente, nos sorprende una mezcla de gruñidos y chillidos. Son dos enormes jabalíes con ocho crías que cruzan la ruta y atropellan alambrados en una fugaz visión que nos toma de sorpresa.
Pintorescas viviendas hechas de manera artesanal en piedra con juntas blancas lucen en Santa Elena.
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