Mundo En una esquina de Túnez, Ghaith espera nervioso, con la cabeza cubierta por una capucha. Mira hacia todos lados, en busca de cualquier indicio de militantes de Estado Islámico (EI) en la zona. Fuma un cigarrillo tras otro mientras describe las matanzas indiscriminadas, el abuso de las reclutas mujeres, la dureza de una vida en la que una comida consiste en pan y queso o aceite. Cuenta que compañeros de lucha le pusieron una navaja en el cuello para hacerlo recitar un verso del Corán para demostrar su compromiso. En una esquina de Túnez, Ghaith espera nervioso, con la cabeza cubierta por una capucha.
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