En los Esteros del Iberá, el agua refleja a cada paso el algodón de las nubes y el brillo de juncos, camalotes y amapolas del agua. Uno puede mirar hacia adelante y ver el mundo verde, con la multitud de aves y yacarés inmutables que definen el paisaje correntino; o mirar para abajo y dejarse llevar por el mundo anfibio, ese que recreaban las leyendas de sirenas guaraníes que arrastraban a los indios hacia su perdición.
En el nordeste de Corrientes, este paraíso de atardeceres rosados sorprende por la riqueza y variedad de sus paisajes y animales. Un rincón soñado que podría convertise en parque nacional.
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