En la proximidad de un año electoral, la ciudadanía se encuentra desconcertada y apesadumbrada. Es que contempla el fin de un ciclo presidencial en el que el espectáculo y los mensajes que devienen de la política nos hacen difícil entender y discernir lo que es bueno de lo que es malo, lo que se hace bien o lo que se hace mal. Sobre esas alternativas tendremos que decidir al momento de sufragar, por lo que parece atinado ensayar alguna explicación que aclare la cuestión.
El odio es lo que utiliza esta perversa lógica política para unir y afianzar los vínculos con una parte de la sociedad de los que quieren mantenerse o perpetuarse en el poder.
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