En los papeles, Marcelo Arias parecía un importante empresario. Figuraba como presidente de la empresa Newen SA y como socio de Amulén SA, dos empresas mendocinas vinculadas hasta hoy con millonarios contratos con la provincia de Córdoba. Pero en su vida real era un empleado que cobraba apenas lo justo, un ingeniero que estaba a cargo de llevar adelante la dirección técnica de algunas obras, acordar plazos con intendentes, llevar y traer papeles y gestionar certificaciones de obras.
El mendocino apareció muerto en el río Suquía, con sus brazos quebrados, el 19 de julio del año pasado. Trabajaba para el exfuncionario y empresario Roberto Martín, quien tiene en marcha millonarias obras de gasoductos con la Provincia.
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